Antes generaba en mi estado de ánimo indignación, por lo que suponía frente a los valores y educación que he recibido. Ahora, simplemente me produce indiferencia, incluso indulgencia. Y no sé que es peor, si sentirte agraviado o apático, ante la falta de saludo por alguien que por cortesía, cercanía, afinidad o simple indicio de básica educación debería saludar sin más.
Sucede, y más a menudo de lo esperable o, al menos, de lo deseable. Particularmente, esa falta de urbanidad la sufro constantemente en comunidad de vecinos donde se integra el piso que mi familia y yo habitamos. Y, en concreto, este post se me ha ocurrido, porque mientras caminaba en busca de mi vehículo por el garaje, entraba, sobre bicicleta mi vecino de arriba; pertrechado de toda la equipación que las normas cívicas de la ordenanza de circulación exigen: casco, ropa reflectante, luz trasera y delantera, rematado, como accesorio, con gafas de sol oscuras. Una vez me ha sobrepasado, circulando ambos en sentido contrario, de frente, sin hacer el mínino gesto al saludo, lo he hecho yo, en tono fuerte, firme y seguro: -buenas tardes-. Recibiendo inmediata respuesta: -perdón, no te había conocido-.
Mientras, abría el coche, me acomodaba y accionaba la palanca de arranque pensaba que quizá mi sentido de la educación está obsoleto y he quedado anclado en bienes propios de ésta correspondientes a otras fechas, quizá lejanas. La inquietud me surgió, al darme cuenta que mi vecino se acaba de jubilar y a mi me faltan, según la legislación vigente, al menos veintidós años para hacerlo.
¿Existe una nueva educación o existe una educación que evoluciona? ¿Es necesario reconocer a alguien para saludarlo, dentro de una comunidad en la que compartes gastos, propiedad de elementos comunes y convives a diario? Traslado esas preguntas al sector seguros. Y, sobre todo, traslado la presta respuesta de mi vecino: perdón, no te había conocido.
El consumidor de seguros, cada día que pasa más, está siendo acostumbrado a mensajes cercanos y amigables para la captación del negocio que pueda aportar a las compañías, es decir, de la contratación de sus pólizas de seguro: Si te ha subido el precio…; perdóname que insista…; ¿qué ha hecho tu compañía por ti durante la pandemia? Pero a la hora de la verdad; al tiempo del perfeccionamiento del contrato, que es la ocurrencia del siniestro, cuando el cliente tiene que hablar directamente con la compañía, si ese fuera el caso, que en la mayoría de los casos no lo es, porque te dirigen a centros de atención telefónica en los que tienen delegada la atención, la sensación que persiste al final de la conversación es la de: perdón, no te había conocido.
La labor, silenciosa y menos pretenciosa, que consiste en mediar, en pos de los intereses y derechos de nuestros clientes, la realizamos constantemente a diario los Corredores de Seguros que tratamos de ser profesionales. Nosotros no decimos: perdón, no te había conocido, con el ánimo de obviar un hecho que obliga, si no que nuestra condición impone que debemos afrontar el problema de la forma más conveniente para nuestro cliente.
Nuestra dilecta es: buenas tardes -buenos días-, ¿en qué puedo ayudarte?
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